miércoles, 27 de julio de 2011

Los abuelos, un tesoro en la familia




Por monseñor Juan del Río Martín*
MADRID, martes 26 de julio de 2011 (ZENIT.org).- La sociedad narcisista en la que vivimos valora la eficacia y da culto a lo joven, bello y hermoso. La vejez es un contravalor y no se estima la “sabiduría del corazón” que representan los años. Debido a esta cultura y a otros factores sociales, en ocasiones,  los ancianos son para algunos hijos una carga que se pasan de unos a otros y muchos terminan desamparados. Sin embargo, en esta misma sociedad, los abuelos son más protagonistas de lo que parece, pues  no pocos de ellos son actualmente una ayuda imprescindible para aquellas parejas de matrimonios jóvenes que, abocadas al trabajo fuera del hogar tanto el marido como la mujer, ven en sus padres el mejor seguro de la educación de sus hijos.


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lunes, 18 de julio de 2011

Palabra de Vida - Julio 2011

“Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”
(Mt 26, 41) *

Son palabras que Jesús, durante la agonía en Getsemaní, dirigió a Pedro, Santiago y Juan cuando los vio vencidos por el sueño. Él había llevado consigo a estos tres apóstoles –los mismos que fueron testigos de su transfiguración en el monte Tabor– para que lo acompañaran en ese momento tan difícil y se prepararan rezando, dado que lo que estaba por suceder iba a ser una terrible prueba también para ellos.

Estas palabras –leídas a la luz de las circunstancias en las que fueron pronunciadas– antes que una recomendación de Jesús a sus discípulos, es necesario considerarlas como reflejo de su estado de ánimo, de cómo él se preparaba para la prueba. Frente a la inminente pasión, reza con todas las fuerzas de su espíritu, lucha contra el miedo y el horror de la muerte, se entrega al amor del Padre para ser plenamente fiel a su voluntad y ayuda a sus apóstoles para que hagan lo mismo.

Jesús se presenta como el modelo de quien debe afrontar una prueba y, al mismo tiempo, como el hermano que está a nuestro lado en ese difícil momento.

La exhortación a estar alertas aparece a menudo en labios de Jesús. Para él, significa no dejarse vencer por el cansancio espiritual y estar siempre dispuestos a ir al encuentro de la voluntad de Dios, sabiendo comprender los signos en la vida cotidiana, sobre todo leyendo las dificultades y los sufrimientos a la luz del amor de Dios.

El vigilar es inseparable de la oración, porque la oración es indispensable para vencer la prueba. La connatural fragilidad del hombre (“la debilidad de la carne”) puede superarse mediante la fuerza que llega del Espíritu.

Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil

¿Cómo vivir entonces la Palabra de este mes?

Nosotros también tenemos que saber que nos encontraremos con pruebas: las pequeñas o grandes pruebas de cada día. Pruebas normales, clásicas, a las que todo cristiano no puede dejar de enfrentarse alguna vez. La primera condición para superarlas –advierte Jesús– es estar alertas. Hay que discernir, darse cuenta de que son pruebas permitidas por Dios no para que nos gane el desánimo sino para que, al superarlas, maduremos espiritualmente.

Al mismo tiempo tenemos que rezar. La oración es necesaria porque son dos las tentaciones a las que estamos más expuestos en esos momentos. Por un lado, la presunción de poder superarlas solos; por otro, el sentimiento opuesto: el temor de no poder vencerlas, como si la prueba fuera superior a nuestras fuerzas. Por el contrario, Jesús nos da la certeza de que el Padre celestial no dejará que nos falte la fuerza del Espíritu Santo si estamos alertas y se lo pedimos con fe.


Chiara Lubich
Publicación mensual del Movimiento de los Focolares
* Este texto fue publicado por primera vez en abril de 1990.

lunes, 4 de julio de 2011

Antídoto contra el individualismo

En el Ángelus del domingo 26 de junio el Papa recuerda en la Eucaristía el corazón palpitante de la Iglesia

Antídoto contra el individualismo (Observatorio Romano, 03 julio 2011)

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, en Italia y en otros países, se celebra el Corpus Christi, la fiesta de la Eucaristía, el Sacramento del Cuerpo y la Sangre del Señor, que él instituyó en la Última Cena y que constituye el tesoro más precioso de la Iglesia. La Eucaristía es como el corazón palpitante que da vida a todo el cuerpo místico de la Iglesia: un organismo social basado en el vínculo espiritual pero concreto con Cristo. Como afirma el apóstol san Pablo: «Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan» (1 Co 10, 17). Sin la Eucaristía la Iglesia sencillamente no existiría. La Eucaristía es, de hecho, la que hace de una comunidad humana un misterio de comunión, capaz de llevar a Dios al mundo y el mundo a Dios. El Espíritu Santo, que convierte el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, transforma también en miembros del cuerpo de Cristo a cuantos lo reciben con fe, de forma que la Iglesia es realmente sacramento de unidad
de los hombres con Dios y entre sí.