jueves, 2 de agosto de 2012

El deseo de Benedicto XVI en vísperas de los Juegos Olímpicos


Fraternidad entre los pueblos




El maligno busca siempre arruinar la obra de Dios sembrando división en el corazón humano y en las relaciones interpersonales, sociales, internacionales. Los XXX Juegos Olímpicos ofrecen la ocasión de vivir «una experiencia de   fraternidad entre los pueblos». Un deseo que expresó Benedicto XVI ante los peregrinos que acudieron a Castelgandolfo a rezar el Ángelus el domingo 22 de julio. De hecho, el Papa evocó el espíritu de la «tregua olímpica» refiriéndose a la antigua Grecia y el cese de combate que se pedía a los beligerantes para garantizar a los atletas que llegaban a Olimpia el paso seguro por territorio enemigo.

Queridos hermanos y hermanas:

La Palabra de Dios de este domingo nos vuelve a proponer un tema fundamental y  siempre fascinante de la Biblia: nos recuerda que Dios es el Pastor de la humanidad.
Esto significa que Dios quiere para nosotros la vida, quiere guiarnos a buenos pastos, donde podamos alimentarnos y reposar; no quiere que nos perdamos y que muramos, sino que lleguemos a la meta de nuestro camino, que es precisamente la plenitud de la vida. Es lo que desea cada padre y cada madre para sus propios hijos: el bien, la  felicidad, la realización. En el Evangelio de hoy Jesús se presenta como Pastor de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Su mirada sobre la gente es una mirada por así decirlo «pastoral». Por ejemplo, en el Evangelio de este domingo se dice que, «habiendo bajado de la barca, vio una gran multitud; tuvo compasión de ellos, por que eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas» (Mc 6, 34). Jesús encarna a Dios Pastor con su modo de predicar y con sus obras, atendiendo a los enfermos y a los pecadores, a quienes están «perdidos» (cf. Lc 19, 10), para conducirlos a lugar seguro, a la misericordia del Padre.



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