lunes, 13 de agosto de 2012

Pedro To Rot mártir por la familia


Homilía del cardenal Zen Ze-kiun

Pedro To Rot (1912-1945) defendió el valor de la familia y del matrimonio cristiano hasta el martirio.

Ejemplaridad que volvió a proponer el cardenal Joseph Zen Ze-kiun, obispo emérito de Hong Kong, durante la misa celebrada, en calidad de enviado especial de Benedicto XVI a Papúa Nueva Guinea, en el centenario del nacimiento  del catequista proclamado beato por Juan Pablo II en Port Moresby el 17 de enero de 1995. Primer hijo de esta tierra en ser elevado a los honores de los altares. El rito presidido por el cardenal Zen tuvo lugar en Rabaúl en presencia de numerosísimos fieles llegados de toda la región. El purpurado salesiano explicó en su homilía cómo el matrimonio y la familia ocupan «un lugar importante en todas las culturas». Y «en el Evangelio, Jesús nos invita a volver a los inicios de la creación, al designio originario de Dios: lo que significa que la familia se debe fundar en el matrimonio entre un hombre y una mujer y en un amor exclusivo e indisoluble, en la donación recíproca y total de sí mismo».
El cardenal Zen Ze-kiun puso de relieve la firmeza del beato «al defender la naturaleza sagrada del matrimonio». Su defensa «fue la gota que llenó el vaso y condujo a la decisión de matarlo a sangre fría». Esto sucedió en Papúa  Nueva Guinea, a mediados del siglo XX . A este propósito, recordó cómo «el primer objetivo de los ataques de los enemigos del Evangelio son los misioneros». En la época que el beato Pedro desempeñaba su labor de catequista estalló la guerra, y los invasores, al llegar a estas tierras, arrestaron a los misioneros y los encerraron en campos de concentración; muchos de ellos fueron incluso asesinados». A Pedro To Rot se le confió la atención de la grey que se había quedado sin su pastor. «Él —dijo el cardenal— aceptó su misión con valentía, plenamente consciente  de los peligros, ya que desobedecía a las órdenes de las fuerzas que ocupaban el territorio.

Guió encuentros de oración; enseñó el catecismo a las personas; administró el Bautismo; se ocupó de la Eucaristía, llevándola a las personas enfermas y moribundas; consoló y ayudó a los pobres. Lamentablemente, su actividad no escapó al control de las autoridades. Pronto llegó la persecución, porque «lo que más alimentó el odio de los enemigos del Evangelio fue su oposición, sin componendas, al plan perverso de permitir a los hombres, sobre todo a los que ya estaban casados, tomar una segunda esposa, incluso la esposa de otros».

Fuente: Osservatorio Romano, Publicación en español, 12 agosto 2012, p.5.


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