lunes, 18 de marzo de 2013

El cardenal Bergoglio y su visión de la familia y la vida humana


Sus firmes posturas en defensa de la persona y contra la deshumanización de la vida urbana
Por Jorge Scala
BUENOS AIRES, 15 de marzo de 2013 (Zenit.org) - Es un lugar común de estos días comentar que el papa Francisco es el primer Sumo Pontífice nacido en América; también que es el primer argentino y el primer jesuita elegido Obispo de Roma. Todo esto es verdad hasta su elección. Por la gracia del ministerio petrino, Jorge Mario Bergoglio es el padre común de todos los católicos –y en cierto modo de todos los demás seres humanos--. En tal sentido se podría decir que ya no es más jesuita, ni argentino, ni americano; pues, como Vicario de Cristo, trasciende todas las particularidades.
Sin embargo, puede resultar de interés para los lectores de ZENIT, conocer ciertas definiciones de su magisterio mientras fue arzobispo de Buenos Aires. Quisiera detenerme especialmente en algunas cuestiones relacionadas con la familia, la vida y la dignidad humanas. Hay una coincidencia que me resulta particularmente significativa: el 13 de marzo de 2012 la corte suprema de justicia de la República Argentina dictó un fallo inicuo pretendiendo legalizar el aborto a petición en dicha Nación. Exactamente un año después, el 13 de marzo de 2013, el Colegio Cardenalicio eleva a la Sede de Pedro al cardenal primado de la Argentina. Es como una caricia del Espíritu Santo.
El año pasado, con ocasión de la firma de un protocolo para realizar abortos en los hospitales públicos de la ciudad de Buenos Aires, el cardenal Bergoglio afirmó con claridad, que “la familia es condición necesaria para que una persona tome conciencia y valore su dignidad: en nuestra familia se nos trajo a la vida, se nos aceptó como valiosos por nosotros mismos... Sin la familia que reconoce la dignidad de la persona por sí misma, la sociedad no logra percibir este valor en las situaciones límites. Sólo una mamá y un papá pueden decir con alegría, con orgullo y responsabilidad: vamos a ser padres, hemos concebido a nuestro hijo. La ciencia mira esto como desde afuera y hace disquisiciones acerca de la persona que no parten del centro: de su dignidad”; para concluir que “el aborto nunca es una solución. Debemos escuchar, acompañar y comprender desde nuestro lugar a fin de salvar las dos vidas: respetar al ser humano más pequeño e indefenso, adoptar medidas que pueden preservar su vida, permitir su nacimiento y luego ser creativos en la búsqueda de caminos que lo lleven a su pleno desarrollo”.
Es muy conocida su solicitud pastoral para con los más pobres e indefensos, aquellos a quienes se les ha quitado su dignidad humana. Su proverbial austeridad –severa solo consigo mismo-, ha sido el modo de predicarlo con el ejemplo. La elección del nombre de Francisco es coherente con su vida.
En un discurso suyo muy difundido, referido a las esclavitudes contemporáneas en la ciudad de Buenos Aires, denunció la situación de los niños de la calle, la trata de personas, el abuso sobre el cuerpo humano, la explotación laboral en las maquilas –talleres clandestinos de manufacturas--, para concluir –sin ambigüedades--, que en las megaciudades secularizadas –y narcotizadas- por el postmodernismo, “se cuida mejor a un perro que a un ser humano”…
Y refiriéndose a quienes se dedican a la trata de mujeres y niñas, los llamó “esclavistas”, a quienes definió como los “que entran en la ciudad abierta a ver qué pueden saquear, qué vida pueden anular, qué niños pueden vender, qué familia pueden destruir, qué mujer pueden explotar”…
El cardenal Bergoglio siempre pedía a sus interlocutores –sea en público o en privado--, que rezaran por él. El papa Francisco merece nuestro cariño filial y nuestras oraciones, ahora más que nunca.


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